Las excavaciones arqueológicas en Vilauba ponen al descubierto restos de animales sacrificados por un brote de botulismo

La campaña de excavaciones en el yacimiento de la villa romana de Vilauba han puesto al descubierto restos de bóvidos que habrían muerto por un brote de botulismo. El estudio de los restos óseos ha permitido determinar que la ganadería jugó un papel importante en la economía de la villa romana y confirman el yacimiento como un referente en el estudio del mundo rural de época romana.

Las actuaciones arqueológicas de este año se han centrado en la excavación de un gran recorte situado en la parte este de la antigua edificación romana. Se trata de una zona periférica del conjunto principal de la villa donde, a través de las prospecciones geofísicas, se había descubierto la existencia de una importante anomalía que indicaba una antigua alteración del terreno.

La excavación arqueológica ha confirmado la interpretación de los resultados de la prospección geofísica y ha permitido descubrir, a lo largo de las últimas campañas, una enorme fosa, de unos 28 metros de largo, 13 metros de ancho y 1,40 metros de profundidad , excavada en el terreno natural para obtener arcilla para la construcción de los alzados de tapia de los muros de la casa durante una reforma de la villa realizada hacia finales del siglo I d. La sorpresa de la excavación ha sido el hecho de que, previamente a su relleno, el recorte fue utilizado para verter un gran número de restos de óseos, cuyo estudio ha permitido determinar que la ganadería tuvo un papel importante en la economía de esa villa romana.

La gran cantidad de huesos existentes en el interior de la fosa ha obligado a diseñar una metodología de excavación específica con el objetivo de comprender el origen y la naturaleza de este conjunto excepcional. Este método de registro se basa en la integración conjunta de los datos estratigráficos, arqueozoológicos y del contexto en un único sistema de información geográfica. En lo que concierne al trabajo de campo, se ha procedido a excavar y registrar mediante ortofotogrametrías las diferentes capas de huesos, lo que ha permitido numerar y situar de forma individual todos los fragmentos para, posteriormente, interrelacionar su posición con los datos del su estudio arqueozoológico.

La distribución de los huesos en el interior del recorte pone de manifiesto que éstos se lanzaron mayoritariamente a los sectores más profundos del recorte, y sobre todo en dos grandes cavidades, dentro de las cuales se podían diferenciar otras pequeñas agrupaciones. La reconstrucción del proceso de relleno de la fosa permite saber que tras el vertido de los restos óseos el recorte quedó durante un corto período de tiempo abierto y al aire libre, tal y como demostraba el hecho de que los huesos superiores quedaron afectados por la acción de carnívoros (perros, etc.) y por el agua que se acumulaba en el fondo de la balsa.

El estudio arqueozoológico de los restos recuperados en la mitad este de la fosa, realizado por la Dra. Lidia Colominas (Instituto Catalán de Arqueología Clásica), permite avanzar a los arqueólogos unas primeras conclusiones sobre la composición del conjunto, la variabilidad taxonómica y anatómica, el número mínimo de animales sacrificados, su edad y sexo, su morfología y, finalmente también, determinar si se sacrificaron por una causa o con una finalidad concreta.

El arqueólogo y cordirector de las excavaciones, Joan Frigola, ha explicado que «hasta el momento, la excavación y el estudio de los restos ya exhumados ha permitido determinar que la práctica totalidad de los huesos corresponden a bóvidos». Y ha añadido que “pese a que algunos restos óseos se depositaran manteniendo todavía su conexión anatómica sabemos que se lanzaron a la fosa de forma aleatoria y sin seguir una pauta u orden de deposición concreta, por lo que las diferentes partes de un mismo animal se encontraron dispersas en áreas y capas distintas”. La identificación osteológica de casi todas las partes de los esqueletos, así como su número total sugieren que se habrían enterrado un mínimo de 14 individuos, mayoritariamente de edad adulta, de entre 6 y 8 años, aunque también hay 2 individuos de entre 3-6 años, 1 individuo de 2-3 años y 2 individuos de 8-10 años. En cuanto al sexo de estos animales se ha podido identificar a un total de 3 hembras, 5 machos y un individuo castrado (bou).

A nivel morfológico, la altura de cruz de estos bóvidos oscilaría entre 1,10 metros y 1,40 metros. El estudio concluye también que las carcasas de estos 14 bóvidos se procesaron de una forma muy diferente a las prácticas habituales en la época romana, ampliamente documentadas en otros yacimientos rurales o núcleos urbanos del territorio. Sin embargo, es seguro que se extrajo la mayor parte de la carne.

Por su parte, el arqueólogo y también codirector de las excavaciones, Pere Castanyer, ha destacado que “las particularidades del conjunto encontrado en Vilauba hacen pensar que el sacrificio de estos animales fue algo puntual en la historia y que fue forzado por unas circunstancias excepcionales y ajenas a la voluntad de sus habitantes”. En este sentido, ha añadido que «los resultados preliminares de las diversas analíticas actualmente en curso permiten apuntar que la causa más probable fue una toxiinfección alimentaria causada por la bacteria Clostridium botulinum (botulismo)».